Lo siento… ¡es todo culpa mía!

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Cada vez que navego en las redes sociales o leo los periódicos y veo a la gente super enfadada, criticándolo todo: que si el presidente, que si las medidas, que sí, que no… Cada vez que me siento a leer lo que está pasando en el país… y el mundo… no puedo evitar el tormento por esta angustiante verdad que me carcome por dentro y aún no me animo a revelar… pero hoy, necesito aclararlo: toda la culpa es mía, señores.

Sí, sé que suena fuerte… y hasta hoy, yo tampoco estaba dispuesta a concederme ese rol tan ruin dentro de la historia. Pero es así, poco a poco lo he ido comprobando.

Comencé a atar cabos hace aproximadamente unos 4 años, cuando unas amigas de Priscila vinieron a Barcelona para salir de fiesta y, en su ingenuidad -y por entonces también la mía-, me invitaron a ir con ellas, sin sospechar que esa apocalíptica noche, se nos revelaría también el trágico destino del mundo. Y así fue que misteriosamente, cada uno de los alucinantes planes que el grupo había organizado se fue desarticulando… uno a uno. Y a medida que cosas cada vez más increíbles sucedían (que si una banda cancelaba la función porque se habían enfermado todos los músicos, que si un local cerraba porque se había muerto el dueño, que sí, que no..), a medida que la noche se acercaba, comenzaron el revuelo, los comentarios y luego, la contundente realidad: «Jose, tú eres el gafe», concluyó el grupo.

Pero entonces fueron todo risas y aunque finalmente -para que el resto del grupo pudiera salir- yo tuve que desistir de acompañarles, en realidad no me lo creía. Me reía porque simplemente me parecía que habían ocurrido un par de desafortunadas coincidencias…

Sin embargo, este episodio quedaría marcado a fuego en mi memoria y a partir de allí, comenzaría a pensar en mi suerte como algo más macro, más poderoso, expansivo y quizás ¿nocivo? ¿Podría estar afectando yo la realidad de otras personas y del mundo a mi alrededor? Fue entonces que comencé a echar cuentas:

En 2006, con todas mis ilusiones, partí hacia Europa para cumplir el sueño argentino más popular: ‘irse a la mierda’… y llegué a Irlanda, que por esa época era un país inmerso en un extraordinario y veloz proceso de crecimiento económico. Estuve residiendo en Dublin -aprovechando los beneficios de esta situación financiera- hasta fines de 2007, justo cuando comenzaron a verse las primeras evidencias de un inminente y devastador proceso recesivo. Y aunque ahora todos dijeran habérselo visto venir, la verdad es que, por entonces, ni ellos ni yo sospechábamos lo que en realidad estaba sucediendo…

Dejé a Dublin en la puerta de terapia intensiva y decidí mudarme a Barcelona… Sí, señores, a fines de 2007, justamente el año en el que todos reconocerían luego que comenzó a gestarse una de las peores crisis contemporáneas del país: «la burbuja inmobiliaria». ‘Habrá que aguantarse’, pensé… y así lo hice.. durante más de 5 años… hasta que ni yo, ni el país, lo soportamos más… Fue entonces que, cansada de remarla en tierras ajenas y algo nostálgica, entre los rumores del cambio de rumbo de la Argentina y de las oportunidades laborales de mis colegas, decidí iniciar mi propio ‘plan retorno’…

Pero yo les juro que no me lo imaginaba… o no lo quería reconocer. Recién ahora entiendo que es así… ¡es la verdad! He logrado el más impopular de los récords mundiales: ‘¡He fundido 3 países en 10 años!’ Así, sin hacer esfuerzo… Por eso, ahora, he comenzado a intentar sacar partido de esta maldición que me acompaña.

Ya que la vida me ha destinado a cumplir este papel tan malicioso en la historia de la humanidad, digo yo que será hora de encontrarle un fin de lucro, así sea a través de la extorsión… Ahora mismo estoy mirando el mapa y alzando mi grito: ¡Prepárense mandatarios del mundo, mi próximo destino podría ser su país!