Vida en suspenso

Llevo dos días encerrada en casa como si estuviera cumpliendo una domiciliaria. Solo salgo para ir al kiosco o al bar de la esquina, pero lo hago llevando siempre el móvil en la mano, apretándolo bien fuerte, atenta a cualquier vibración o sonido… por las dudas.

Me ducho en 3 minutos y medio, no quiero correr el mínimo riesgo. Hace años que no sentía tanta ansiedad a la espera de un llamado, desde la época analógica diría yo, cuando no existían móviles ni internet y esa persona a la que le habías dado tu número podía llamarte en cualquier momento… al fijo de la casa, claro.

Entonces, pasabas horas merodeando el teléfono; solo abandonando el puesto de guardia para cagar o bañarte. El resto del tiempo estabas ahí.. a la espera.. palpitando el llamado, ensayando esa conversación en voz alta, haciendo planes imaginarios de lo que sucedería una vez ocurrido el acto comunicacional… 

Todo, absolutamente todo se detenía y quedaba supeditado a una llamada…. igual que ahora. Y si la misma no existía, aquel se convertía automáticamente en el día más deprimentemente consumido del almanaque, un día absurdo, no vivido… un “no-día” (parafraseando a Auge), igual que el de hoy.

Hay similitudes sí, entre aquel estado de ansiedad y el actual, solo que no puedo evitar cuestionarme cómo en la era de internet, de las redes sociales, la inteligencia artificial y con toda la parafernalia existente al servicio de la comunicación interpersonal… el técnico de la Empresa Provincial de la Energía no puede avisarte cuándo corno va a pasar por tu casa, que está sin luz hace 48 horas, en medio de la primera gran ola de calor del año. 

Y es así, les soba la quena que existan un millón y medio de formas de comunicación, la cuadrilla de la Epe te va a llamar cuando esté en la puerta de tu casa (ni media hora antes ni nada.. ). Puede ocurrir en cualquier momento, son como una estrella fugaz, a la que miraste para otro lado, te la perdiste.. y tenés que volver a reclamar y fumarte 24 horas más sin luz. 

“Es que se organizan internamente”, te dice ella, toda fresquita desde la oficina de la empresa. Porque ella sabe que del otro lado, hay una persona al borde del golpe de calor, incapaz de hacer otra cosa que seguir reclamando… pero ojo, querida, no sea que al final, te conviertas vos en la “ingeniosa aliada de tus sepultureros” (gracias al inmortal Milan por la metáfora).

Y después de estos párrafos inútilmente lanzados al universo a la espera de alguna suerte de desahogo o vibración karmática que me devuelva la luz; voy a ser disparatadamente optimista, y decir que la hijaputez de esta gente, AL MENOS, despertó mi deseo de volver a escribir, aunque más no sea para poder mandarles esta puteada: 

¡Forros del orto cómprense una puta agenda y avisen cuándo van a pasar, que l@s usuari@s de la EPE también tenemos una vida! 

Un comentario sobre “Vida en suspenso

Deja un comentario