¿Qué ves cuando me ves?

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Hace tiempo que vengo comparando lo que me ocurre cada vez que paseo por las calles de Rosario con lo que me ocurría cuando lo hacía por Barcelona. Me refiero en relación al resto de la ‘gente’, aunque no me guste usar ese término. Si hubo algo que en un primer momento me cautivó de Barcelona fue la sensación de anonimato, de libertad plena… Sin importar cuán extravagante decidas salir a pasear por las calles de la ciudad condal, a nadie se le ocurrirá cruzar una mirada contigo ni detenerse a observar lo ridícula de tu indumentaria. Nadie te mirará a los ojos. Para la gente serás un total desconocido, a menos que te esmeres en romper esa barrera y que por supuesto, tengas un buen motivo para hacerlo. Es como si mirar a alguien a la cara fuera una invasión inaceptable, como entrar de lleno en su vida sin pedirle permiso… prácticamente una violación a su privacidad. Luego la música que ayuda a que el no-registro del otro se complete. No sólo no te veo, tampoco te oigo. Y tanto da lo que hagas o lo que digas porque simplemente para ese otro, llamado ‘gente’, no eres nadie. Suena duro, pero ese anonimato tiene un atractivo enorme. Es la sensación de poder ser «libremente» sin que nadie se atribuya el derecho a mirarte como algo raro o distinto. Es la posibilidad de «ser» de la manera más liviana que existe… sin preocuparse por la mirada del otro.

Rosario es totalmente distinto. Al principio tuve una suerte de fobia al salir a la calle, porque aquí nunca pasás inadvertida. La ‘gente’, el ‘otro’, los ‘otros’ (hombres y mujeres) te ven; con descaro te registran. Como si vos estuvieras invadiendo su espacio y no tuvieras derecho a hacerlo sin -al menos- tolerar el escaner visual. Es una mirada directa a los ojos, que sólo a veces se aparta cuando la cruzás; que no se avergüenza de sostenerse. Que te dice ‘te veo’. Y es como si fuera más difícil ‘ser’ cuando uno es consciente de ello. Como si esas miradas te obligaran a hacerte cargo de tu propia presencia.

Está claro que todo esto está atravesado por mi subjetividad de una manera muy fuerte, pero hay un hecho real y que cualquiera puede experimentar simplemente intentando sostenerle la mirada a alguien en la calle.. Lo puedes probar en Barcelona, lo podés intentar en Rosario. La respuesta del otro es muy distinta. En lo primero que pienso es en la cuestión cultural y también socioeconómica, ya que en un punto el rosarino (léase el argentino) también tiene «más» miedo a ese otro y necesita ‘registrarlo’ para controlarlo.

Pero hay algo más.. está eso que esconde o que representa o que «es» la mirada misma: una «demanda». Una exigencia del otro, un ‘te’ veo.. un ‘mirame’. Podría decir que los ojos son las ventanas del alma pero también son las del infierno del otro. Los ojos son dardos que se clavan en el rostro de un otro, que lo atraviesan y que no lo pueden dejar indiferente. Tu mirada me obliga también a registrarte. Hay una demanda de ser visto, de ser oído… creo que es una demanda muy argentina de no pasar desapercibidos.

Y sí, por el otro lado, hay una negación del otro en Barcelona, de un otro que me perturba porque me obliga a entrar en su vida y en su historia y en su infierno. Hay una necesidad de no meterme en la vida del otro por respeto hacia él, pero también por resguardo propio. Porque lo desconocido, no me afecta. Lo que me es indiferente se desvanece al pasarlo de largo.

Hay tanto en tan poco que podría hablar horas sobre todo lo que esas miradas dicen: a veces escupen fuego, a veces imploran visibilidad. Para mí, sostenerle la mirada a otro es un acto de valentía, pero que fácilmente también, se convierte en invasión y soberbia.

3 comentarios sobre “¿Qué ves cuando me ves?

  1. Y si, hay una invasión del otro al mirar, y mucho más al dirigir la palabra. Cuando se siente la necesidad sería lo más razonable por respeto a ese otro el pedir permiso o disculpa. Invadir sin permiso implica desestimar la voluntad del otro, degradarlo en cuanto a persona, cosificarlo. Claro que esto no suele entenderse y sentirse así y no suele haber una intención ofensiva. Diferente cuando el orgullo se involucra…

    1. Gracias Joaquín por pasar y comentar! Creo que es muy difícil ser lineal en este tema. La verdad que el post traduce simplemente mis intuiciones al respecto: Por un lado la cuestión cultural y social que lo atraviesa todo y por otra parte, creo que si nos ubicamos del lado de quien mira, también podemos pensar en una ‘necesidad’ de ser visto o, como señalás vos, en otras ocasiones simplemente invadir al otro. Es un tema que da para mucho… después de todo hay miradas y MIRADAS… 🙂

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